Febrero de 1955.
Un grupo de alumnos en un internado de la época franquista traza planes para huir de la férrea disciplina. Intentado fugarse, descubren unos túneles que durante la Guerra Civil habían servido como refugio antiaéreo, los cuales van desde el colegio, San Cugat de la Montaña, hasta el Tibidabo, pasando por una escuela monjas ubicada a poca distancia. En los túneles ocurren toda clase de aventuras y encuentros secretos. Una de las noches muere un vigilante. ¿Accidente o crimen? Los muchachos se conjuran para no desvelar lo ocurrido.
Primavera de 1985.
Dos décadas después de salir del internado, uno de ellos, Agustín Navales, emprendedor de éxito, intenta localizar al grupo de compañeros para invitarles a la inauguración de una nueva empresa, saber de sus vidas y, sobre todo, descubrir el paradero de Celia, su primer amor de infancia, un amor nacido en aquellos túneles. Con este objetivo contrata a un investigador. A medida que el detective va descubriendo su paradero, la narración nos adentra en las vivencias de cada uno y en el rastro vital que dejó en todos ellos lo ocurrido durante la infancia.