UNA DE LAS DOS ANCIANAS: Si bien nuestra prisión dé para cubrir las veinticuatro horas del día y más, no siempre puede hacer valer tan extraño derecho de propiedad, dejándonos sin lo que tan poderosamente reclama la naturaleza para nosotros, las horas de sueño. Sustrayéndolas a nuestra vez al descanso (hay que despertarse de golpe y silenciosamente) las hacemos nuestras, saliendo a gatas y temblando por el frío, de la barraca. Y así nos adueñamos de uno de los componentes reconocidos de la libertad, el tiempo. Ya no se los llevará la loca. La loca, hijita, es como yo llamo a lo contrario de la libertad y su enemiga.