Cuando en junio de 2009 estalló la revuelta en Irán, los medios de comunicación occidentales se apresuraron a bautizar aquellas protestas como la primera revolución Twitter, y numerosos analistas y políticos vieron en semejante 02014;y aparente02014; demostración palpable del poder agitador de las redes sociales un refuerzo para su ciberutopismo.
Sin embargo, y pese a lo mucho que se habla de internet como herramienta de democratización, regímenes autoritarios como los de Irán y China siguen sin dar muestras de inestabilidad. De hecho, según revela en este libro Evgeny Morozov, están utilizando internet para perfeccionar sus técnicas de espionaje sobre la población.
A juicio de Morozov, lo que los ciberutopistas olvidan es que las inmensas posibilidades de internet pueden utilizarse para hacer campaña a favor de las libertades, sí, pero también para todo lo contrario, es decir, para fomentar la represión, el conformismo y la ceguera.
Y no sólo a través de la censura: Morozov, él mismo un ciberutopista converso, defiende que internet, más que el catalizador de un cambio que llevará a los jóvenes a la calle, podría muy bien ser el nuevo opio de las masas. Al fin y al cabo, «las búsquedas más populares en los buscadores de internet rusos no son 0201C;¿qué es la democracia?0201D; o 0201C;cómo proteger los derechos humanos0201D;, sino 0201C;¿qué es el amor?0201D; y 0201C;cómo perder peso0201D;.»
Armado de pruebas concluyentes, Morozov pone de manifiesto en este libro que hemos de dejar de pensar que internet y los medios sociales son liberadores per se, y que iniciativas ambiciosas y en apariencia nobles como la promoción de la «libertad en internet» pueden tener desastrosas implicaciones para el futuro de la democracia en su conjunto.