La criptografía, a medio camino entre la cultura del secreto y la aritmética de la seguridad, es tan
antigua como la escritura. Presente desde la Antigüedad en los jeroglíficos egipcios o en los escritos cuneiformes de
Mesopotamia, también se utilizó con fines militares y diplomáticos: cuando se convirtieron en maestros en el arte de
cifrar sus órdenes tácticas, los griegos, los persas y más tarde los romanos la utilizaron para dirigir los movimientos
de los soldados en el campo de batalla. ¿Y qué decir del célebre «cifrado de César», ese código utilizado por el
general para su correspondencia secreta? ¿Y de la muy sofisticada máquina Enigma que se utilizó en la Alemania nazi
durante la Segunda Guerra Mundial?