Aunque lo parezca, cuidar a nuestros padres a medida que se van haciendo mayores y a nuestros hijos, que consideran el hogar familiar como el mejor hotel del mundo, además de organizar la casa y desarrollar una vida profesional intensa, no es normal, ni fácil. Pero esta es la realidad de una generación entera de mujeres que, generosa y atacada por sorpresa, soluciona los problemas como puede y suple con eficacia unas ayudas sociales que son escasas cuando no inexistentes. Eso sí, a costa de dejarse la piel en el intento.
«¿Y qué se puede hacer?», me preguntaba yo, poseedora de una madre imposible y de una enorme familia, tras sufrir un ataque de ansiedad. Pues la respuesta la tenéis recogida en estas páginas. Sé que no es fácil seguir algunas de las sugerencias que os propongo, pero merece la pena, por vosotras y por las
personas a las que queréis. ¡Ánimo! Os aseguro que podéis.