La ciudad roja, acaso la más bella de las ciudades imperiales de Marruecos, es hoy día el principal destino turístico del sur del país magrebí. La maraña de callejuelas que conforman la medina, ciudad vieja de Marrakech, parten de la mítica plaza de Jemaa el Fna. Allí cada atardecer humean los puestos de comida; narran los cuentacuentos ancestrales aventuras heroicas; asombran con sus números tragasables, saltimbanquis o tragafuegos. En la plaza comienzan los zocos, donde los cinco sentidos se ven apabullados por la avalancha de estímulos. El laberinto de la medina oculta palacios imponentes como El Badi o de la Bahia, la fascinante madrasa (escuela coránica) Ibn Yusseff, junto al bello museo de Marrakech, o el vistoso barrio de los curtidores. Fuera de la ciudad antigua, los jardines, especialmente el pictórico Jardín Majorelle, o el paseo por el palmeral. Vale la pena alojarse en un un elegante riad (palacio reconvertido en alojamiento) y degustar la exótica gastronomía nacional en cualquier restaurante. Si sobra algo de tiempo, no faltan excursiones de uno o varios días desde Marrakech.