Un grupo de pacíficos y singulares turistas se ven sorprendidos en su excursión por el Nilo por una banda de integristas islámicos y son secuestrados. El grupo de cautivos es heterogéneo y, aunque menos, también lo son sus secuestradores. A partir de este hecho, Sir Arthur Conan Doyle elabora La tragedia del Korosko, una novela de aventuras que es maestra en su género y que leída en el siglo XXI adquiere unos sorprendentes tintes premonitorios de los peligros que acechan a los turistas occidentales que se adentran en zonas remotas del Oriente medio.
El itinerario que describe Conan Doyle es además de descriptivo, informativo, los elementos históricos están presentes. El paisaje se incorpora en el relato con corporeidad, su belleza impresiona, pesa; las noches estrelladas del desierto pueden ser opresoras o bien esperanzadoras, y los personajes forman parte de la espléndida galería doyleniana, en la que si en la sala principal tenemos a Sherlock Holmes y Watson, en las adyacentes debemos incorporar, haciendo compañía a los profesores Challenger y Maracot, a los pasajeros del Korosko, que conforman un mosaico de personalidades arquetípicas de los países de origen de los secuestrados; la caprichosa norteamericana Sadie Adams, el veterano coronel Cochrane, el tocanarices de Monsieur Fardet, los irlandeses Sres. Belmont...