Fedro se ve inesperadamente «obligado» a compartir con Lila unos días en su barco. Un fuerte vínculo de amor y odio se establece entre ambos, y la irascible Lila, salvaje y frágil al tiempo, se convierte en un fascinante objeto de observación. La travesía, que comienza en el río Hudson, refleja el viaje mental a través de la estoica sabiduría de los indios de Estados Unidos, la sofocante hipocresía de los principios victorianos, la monstruosa seducción de una ciudad como Nueva York y la oscura concepción social de la locura −que quedó patente en los electroshocks administrados a Pirsig cuando éste experimentó una «esquizofrenia catatónica», o «iluminación dura», dependiendo la perspectiva que se adopte−.
Con Lila, finalista del Premio Pulitzer, Pirsig vuelve a trasladarnos −esta vez por mar− a un mundo alejado de toda banalidad. "Lo que hace tan difícil ver el mundo con claridad no es su extrañeza, sino su normalidad. La familiaridad puede cegarnos."