«Viajamos a través del texto», escribió Ernst Jünger. Y ese periplo literario y vital lo inauguró Jünger con una fuga adolescente a tierras africanas poco antes de la Gran Guerra y se prolongó con iniciaciones en el horror bélico, emboscaduras, viajes psicodélicos y acercamientos al muro del tiempo curtidos en el dolor de la Historia.
Juegos africanos (1936) narra el desengaño de un adolescente que ha sublimado el continente negro mediante el prisma mitificador de sus lecturas juveniles. El joven Berger, alter ego de Jünger, huye del hogar paterno en busca de aventuras en el corazón de África. Influidas por la literatura picaresca y la novela de formación, las andanzas de Berger, animadas por toda una fascinante tropa de vagabundos y antihéroes conradianos, concluyen con una amarga moraleja. A esta nueva traducción de Juegos africanos se le añade un texto inédito que representa el mejor epílogo a la novela: Carta a un amigo desaparecido (1930), un canto melancólico a la amistad y al corazón aventurero, una epístola elegiaca dirigida a uno de los personajes más sugestivos de Juegos africanos, Benoit, el veterano camarada de la Legión Extranjera que sedujo a Jünger con sus relatos sobre las maravillas del opio y de Indochina y le secundó en su frustrada tentativa de deserción.