La sublevación fascista de julio de 1936 convirtió en un infierno la ciudad de Salamanca, donde residía Miguel de Unamuno. Cuando se cumplen setenta años de la muerte del autor de niebla y del sentimiento trágico de la vida, rescatamos este libro «emocionante» (Patxo Unzueta, «El País») que se centra en los últimos meses de su vida, los que van desde julio hasta diciembre de aquel fatídico año. Egido recrea no sólo una ciudad estremecida por los horrores cotidianos, sino también el particular vía crucis de Unamuno y sus contradicciones íntimas en el inicio de la guerra. En efecto, al principio, Unamuno se había alineado en las filas de los nacionales y el gobierno republicano lo destituyó de su cargo de rector vitalicio de la universidad. Poco después, el gobierno de los sublevados, al frente del cual no tardaría en erigirse el general Franco, lo nombró de nuevo rector. Pero la ferocidad de la represión en la retaguardia, los fusilamientos masivos y las venganzas personales provocaron que aquel anciano enfermo, derrotado y trágicamente aislado se rebelara el 12 de octubre contra las autoridades y proclamara, en su discurso con motivo del Día de la Raza, una célebre y valiente denuncia («Venceréis, pero no convenceréis») ante Millán Astray, fundador de la Legión, en el paraninfo de la universidad salmantina.