Nueva York a finales del siglo XX es, difícilmente, la ciudad que San Agustín soñó.
Lo que sí es: una metrópolis que está a punto de entrar en un nuevo milenio, en la que el caos reina y donde
Dios brilla por su ausencia.
En otoño de 1999 una cruz de latón desparece del altar de una iglesia episcopaliana del East Village para
aparecer más tarde en el techo de una sinagoga del Upper West Side. Everett, un escritor en busca de inspiración,
se interesará por este extraño suceso y con esa excusa entablará una relación amistosa el párroco de la iglesia
saqueada, el librepensador Thomas Pemberton. Al mismo tiempo, el párroco conocerá al rabino Joshua Gruen, que
dirige la sinagoga donde aparece finalmente la cruz. Juntos discuten sobre lo válido de la religión en un siglo
que ha vivido barbaries inconcebibles con un derramamiento de sangre que pareciera inacabable.
Como punto de fuga de estas conversaciones encontramos a Sarah Blumenthal, la esposa de Joshua y rabino ella
misma. Este personaje nos habla de la historia de su padre durante el Holocausto y de un manuscrito que escondió
en el gueto. Todas estas voces entrecruzadas constituyen el bastidor que da cuerpo a una novela que oscila entre
la tragedia más desconcertante y la comedia del absurdo; que incluye partes de letras de canciones populares de las
tres primeras décadas del siglo XX así como especulaciones sobre la naturaleza del infinito; que contiene los apuntes
de un observador de aves y una descripción en verso libre de una batalla aérea de la segunda Guerra Mundial...
Este es el lienzo sobre el que Doctorow pinta un retrato impresionista de un hombre de frágil moral y de sus
posibilidades de redención.