Bruno, Raquel y el hermanastro de esta, Cristian, parecen haber dado con el negocio que les sacará de la
miseria, de dormir en parques y cajeros automáticos. Bruno controla el negocio. Su novia, Raquel, ex toxicómana, lleva
la contabilidad, y Cristian, el trabajo de campo. Se apostan alrededor de las casas de citas donde las parejas acuden
de día y de noche. Al salir, las siguen, apuntan las matrículas de los coches, consiguen saber quién es el titular del
vehículo y después llaman y ponen precio a su silencio. Los chantajes no siempre salen bien, pero el negocio da dinero
rápido y fácil. Merche y Max son amantes. Hubo un tiempo en que estuvieron casados. Una tarde ambos acuden a un local
de alquiler de habitaciones. Cristian sigue a Max hasta el coche y anota su matrícula. El juego ha empezado.