Según André Gide, nadie podía
llevar más lejos que Alfred Jarry la negación. Si
el creador de Ubú dejó sobre los escenarios las reglas
de una solución imaginaria para acabar con la lógica, en
su novela «moderna» El Supermacho trató de burlarse
de los sueños de la filosofía positiva que no veía
fronteras al progreso humano mediante el humor y el disparate. En los límites
de la erótica y la anticipación, entre Sade
y H.G. Wells,
El
Supermacho muestra los juegos a los que la teoría y la práctica
del amor pueden entregarse, teniendo por rival a las máquinas de
la velocidad, a todas las fantasías que los avances científicos
de principios del siglo XX permitían imaginar a la mente humana.