«Este libro algún discípulo de Cicerón lo podría haber titulado De senectute, Acerca de la vejez. Lo cierto es que sus autores, ambos, pasan de 80 años pero no son precisamente dos jubilados de sofá y sopitas. Ángel tiene por casa el mundo y resulta difícil seguirle la pista por el mapamundi tan ancho como su corazón. Viqui vive cada día peregrina de visitaciones cantando a Dios que “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”. Cuando los leáis veréis como hay viejos que nos enseñan a ser jóvenes. Ambos además suelen citar a otro abuelo de su misma quinta, el papa Francisco, otro viejoven.
Ángel y Viqui, amigos en el atardecer, sois una parábola viva del Evangelio de los sencillos. En vosotros vemos como los cálculos son menos importantes que las ilusiones y que las dificultades son más débiles que las oportunidades. Cada vez que uno de los más vulnerables se acerca a vosotros algo ilumina vuestro rostro y esa luz se refleja en ellos como esperanza. Esta irradiación es una alegría que nadie nos puede quitar y que resplandece en vuestra cartas».