Utah, primavera de 1983. El Gran Lago Salado alcanza niveles que amenazan el santuario de aves migratorias. Garzas, búhos o flamencos, cuya compañía ha acompasado la existencia de Terry Tempest Williams, son las primeras víctimas. Mientras se enfrenta a su declive, se entera de que su madre padece cáncer, como ocho miembros más de su familia: una consecuencia de los ensayos nucleares realizados en los 50. Así, mientras acompaña a su madre en la enfermedad, se sumerge en una investigación sobre los devastadores efectos de la radioactividad. El resultado es un libro extraordinario de una gran naturalista, en el que se entrelaza el destino de las aves y el de los hombres y mujeres golpeados por una debacle ecológica.