Menorca es una de las islas más bellas del Mediterráneo y tiene todo lo que se le puede pedir: unas doscientas playas de todo tipo –pequeñas calas, largos arenales en forma de media luna, totalmente expuestas al mar; urbanizadas y con todos los servicios necesarios o salvajes a las que hay que llevar hasta la botella de agua para sobrevivir...-, un mar turquesa, un clima moderado, unos pueblos preciosos y unos restos arqueológicos que hacen las delicias de los aficionados a los viajes culturales.
Además, su tamaño es ideal para recorrer todos sus caminos y llegar hasta el último rincón o darse un baño en la cala más remota aunque no se disponga de mucho tiempo.
Menorca se ha convertido en uno de los lugares favoritos de los españoles –y últimamente de los extranjeros también- para pasar sus vacaciones de verano, mientras que en invierno disfruta de un turismo que viene a jugar al golf, a hacer senderismo o excursiones a caballo o a explorar su riquísimo patrimonio arqueológico que le ha valido el calificativo de “museo al aire libre”.
Y para rematar, Menorca cuenta con un hábitat tan especial que está declarada Reserva Mundial de la Biosfera.