Homero describió las Canarias en el libro IV de la Odisea como la tierra donde los dioses viven y pasan los hombres una vida dulce, donde reina por el contrario un perenne aire fresco nacido de las respiraciones de los céfiros. Y precisamente eso es lo que define Lanzarote, un clima benigno todo el año, excelentes playas, una infraestructura turística de primer orden tanto en Playa Blanca como en Costa de Teguise; una capital, Arrecife, muy agradable para pasear, y por toda la Isla la magnífica obra de César Manrique que se aprecia en su Fundación, en el Mirador del Río o los Jameos del Agua. El paisaje lanzaroteño es muy singular porque le confirieron numerosas erupciones a lo largo del tiempo: se toca con toda su fuerza en sus malpaíses y en el parque nacional de Timanfaya. Pueblos bonitos y blancos, la amabilidad de los conejeros más su rica tradición y gastronomía y la tranquilidad que lo invade todo.