El centro de Ámsterdam está surcado de canales y callejuelas en las que uno nunca sabe qué va a encontrar: un jardincito escondido, una boutique de moda y artículos para el hogar de diseño holandés, una pequeña destilería de jenever (ginebra), un puesto de tulipanes, un viejo monasterio convertido en sala de conciertos de música clásica o un restaurante superespecializado. Fuera del centro, los edificios postindustriales de los barrios emergentes albergan empresas creativas: galerías de arte, fábricas de cerveza, start-ups tecnológicas y algunas de las discotecas más de moda de Europa.