A primera vista, La Habana puede parecer un rompecabezas, pero si el viajero junta todas sus piezas, emerge una bella imagen. Es demasiado audaz, demasiado contradictoria y, pese a 60 años de flagrante abandono, hermosísima. Cómo lo logra es un misterio: quizá sea su pasado de capa y espada, el espíritu de supervivencia, o la infatigable energía de la salsa que emana con fuerza de su gente. Lo mejor es llegar a La Habana con la mente abierta y prepararse para una larga y lenta seducción.