Variedades. Este es el libro de un hombre libre. En estas páginas nos vamos a encontrar preguntas, muchas preguntas. Aquí la pregunta es más fuerte que la respuesta. Y la duda está siempre al servicio de la inteligencia. Con Fernando Fernán Gómez aprendemos a pensar, cosa muy molesta no solo para el poderoso, sino también, sobre todos, para el que no quiere pensar. Ideas, no ideologías, nos salen al paso en cada uno de los textos de este libro, hechos sobre la experiencia de la vida, y no sobre la de los catecismos. Una visión abierta de todo y de todos. Por eso, y por muchas cosas más, el autor de estas ideas pertenece a ese partido del que habló Albert Camus: el de los que no están seguros de tener razón.
Pero también nos visita la alegría cuando leemos estos artículos. La alegría de la admiración por los amigos, por su trabajo bien hecho, por sus cualidades humanas, y por tantas cosas vividas y recordadas. Somos lo que recordamos, decía Italo Calvino. El recuerdo puede ser una forma de agradecimiento, y la escritura otra forma de dar, de darse a los demás. Y de recuperar no solo la amistad, sino también las palabras. Si hoy las palabras se prostituyen para encubrir falsedades, urge recuperar las palabras usurpadas para devolverle la dignidad al idioma. Laberinto de las palabras, pero también de las leyes. Del de las palabras, a veces, nos sacan los diccionarios. ¿Quién nos saca del de las leyes?, se pregunta el autor de estas páginas.
En el mundo de Fernando Fernán Gómez la búsqueda de la belleza va unida a la búsqueda de la verdad, de las posibles verdades. Y el mejor estilo, el que menos se nota. Ya lo decían los clásicos latinos: Ars est celare artem. Tú lo has conseguido, Fernando. Enhorabuena.
M.R.A.