Encarnó, en esto parece que hay consenso, al mejor James Bond, al primero, al auténtico, al que advertía que la pelea era larga y la vida demasiado corta, aunque merecía la pena vivirla dos veces y mejor a ritmo de Nancy Sinatra. Sus personajes repercuten inmediatamente en el imaginario colectivo, tal es la fuerza de este intérprete hecho a sí mismo, que se nos entremetía por los afectos subterráneos de la conciencia. Porque la verdad es que los que lo seguíamos y coleccionábamos sus aventuras en el celuloide o en otros formatos, íbamos a ver una película de Sean Connery.
En este volumen diecisiete firmas rinden homenaje a la presencia cercanísima de Sean Connery, con el regocijo juvenil y cinéfilo que nos acompañó en nuestros años mozos, y el convencimiento de que no hace falta desprenderse de los mitos, porque nacen del encuentro de la ficción con la vida.