Desde hace años, Jim Larson y Dave Ogilvie forman un célebre dúo cómico cómodamente asentado en la fama. Cuando no están actuando en Las Vegas o de gira por el país, se encuentran en Hollywood grabando alguna de sus taquilleras y triviales películas. La amistad entre Dave y Jim parece haber sobrevivido al tiempo, al éxito (también al extraño cansancio que éste conlleva), a la implacable maquinaria del show business, e incluso a algún que otro avispado agente que quiere que Jim emprenda una carrera en solitario. A pesar de todo, siempre han sabido moverse como pez en el agua en un mundillo que conocen y aman, sin pagar, aparentemente, un peaje demasiado caro. Aun así, cíclicamente, Jim necesita desaparecer sin avisar a nadie, y Dave teme que alguna de esas veces sea la definitiva y todo acabe.
En Un par de cómicos, Don Carpenter –él mismo, al igual que John Fante, guionista además de novelista y gran conocedor de las bambalinas del negocio– plasma como nadie las luces y las sombras del mundo del espectáculo, sus fastos, sus costumbres, sus leyes propias, y nos habla, sin cinismo ni ingenuidad, y con un absorbente y ágil pulso narrativo, de la peculiar fauna que habita esta dorada Babilonia. Pero más allá de los focos y de las cámaras, de las drogas, el alcohol y las mujeres, la historia de Jim y Dave constituye, en última instancia, un homenaje a la amistad y al amor por el oficio.
«La prosa de Carpenter es ágil, luminosa, tierna, divertida, triste… Un par de cómicos es la mejor novela que he leído sobre el mundo del espectáculo».
Norman Mailer