Entre 1939 y 1941, los campos de batalla europeos asistieron al avance, tan veloz como irresistible, de las divisiones panzer alemanas. Polonia primero, y después Holanda, Bélgica, Francia, Yugoslavia o la Unión Soviética, fueron víctimas de la Blikzkrieg, la guerra relámpago. En diciembre de 1941, ante Moscú, los tanques germanos se vieron frenados por primera vez, pero casi todo el continente europeo había caído ya en manos de Hitler. Uno de los padres de ese incontestable éxito fue el general Heinz Guderian. Él superó los principios obsoletos de la Primera Guerra Mundial, inaugurando una nueva forma de hacer la guerra; la clave pasaría a ser la enorme movilidad de los blindados, libres de su atadura a la infantería, y el apoyo de la aviación, en una combinación que resultaría devastadora.