«Como muchos catalanes, yo crecí entre dos lenguas; como muchos españoles de mi generación, entre dos modos de vida: la ciudad y el campo, aunque éste fuera ya sólo una sombra, un recuerdo, un fantasma hermoso y triste; yo además crecí entre dos clases sociales: burguesía catalana e inmigrantes castellanos, y crecí, como todo el mundo, entre personas de dos sexos. Todo, en fin, a mi alrededor era doble, contrastado, conflictivo». En aquella España gris y censurada, ellos dirigían fábricas, hacían viajes de negocios y hablaban de música o economía, mientras ellas planchaban, hacían la compra o perseguían niños por el pasillo con una cuchara en la mano. Una realidad en la que, a menudo, la lectura se convertía en el único refugio (solo en ella podían vivirse otros mundos posibles). Una adolescencia y un texto, este libro, marcados por el choque entre lo vivido y lo leído, con ecos de La Regenta pero también de la mejor autoficción francesa. Con afilada ironía, Laura Freixas se erige en testigo de la Historia y narra la llegada de la mujer a la universidad tardofranquista, la eterna y universal dificulta