A Burdeos no hay quien la pare. A dos horas en tren de la capital, esta ciudad, declarada Patrimonio Mundial por la Unesco, atrae cada vez a más visitantes y residentes. Sus barrios históricos han sido restaurados, sus muelles y monumentos cuentan con una iluminación excelente y la vida urbana y los proyectos ecológicos afloran en torno a su estación, la margen derecha y Bacalan. Así que, sí, Burdeos ha cambiado. La ciudad, mucho más dinámica de lo que cabría esperar de su reputación burguesa, se enfrenta a un reto en la actualidad: encontrar el equilibrio adecuado para no caer en las trampas de la gentrificación.