Hace menos de diez años, varios escritores y ensayistas pusieron nombre y actualizaron un fenómeno tan antiguo y habitual que casi pasaba desapercibido: lejos del mar, la Península se estaba quedando sin habitantes. La España vacía pasó pronto de ser una síntesis acertada a un tópico devaluado y hasta vilipendiado, porque vacía derivó en vaciada, para subrayar una intencionalidad en el hecho de que campos y pueblos se estén quedando sin habitantes y sin servicios. En Rutas para descubrir la España vacía (2020) Francesc Ribes propuso 23 itinerarios que transitaban los territorios más despoblados, es decir, la llamada Serranía Celtibérica (desde La Rioja hasta Valencia) y la Franja Céltica (en la frontera con Portugal), pero señalaba que "en casi todas las comunidades autónomas se pueden encontrar municipios al borde de la extinción por falta de personas". Completar ese panorama y resaltar esos pueblos rebosantes de atractivos y asediados por la soledad es la pretensión de este libro. En los caminos que conducen hasta ellos están los paisajes donde se lee la historia de este país. Las poblaciones que se reseñan en este libro-guía sufren la amenaza de la despoblación, sí, pero no la del abandono, porque su patrimonio histórico, artístico y natural les garantiza un hueco en las agendas de los turistas bien informados. Son 40 y están repartidas por casi todas las regiones -solo faltan las islas Baleares, y no por falta de pueblos con encanto, sino porque la despoblación no es un problema en el archipiélago-, pero hay muchísimas más porque habría que sumar otras riquezas: las vidas de quienes habitan estos pueblos y las experiencias de quienes los visitan, pero esas no caben en un solo libro.