Con razón y sin ella02026; como en una historia que se atribuye 02014;probablemente sin razón02014; al Talmud : un maestro hacía justicia ante sus discípulos entre dos querellantes. Tras una larga reflexión, el juez decidió dar la razón al primero en exponer su caso. Pero, cuando hubo terminado el segundo su defensa, el juez también le dio a éste la razón. Tras otra reflexión, el maestro contestó a los discípulos que le manifestaban su sorpresa : «En efecto, vosotros también tenéis razón».
Esta obra quiere demostrar que existen varias maneras de tener «razón», todas legítimas aunque distintas, para dar cuenta de todo cuanto nos informan nuestros sentidos. Afirmamos con razón que distinguimos los objetos y los métodos de las ciencias físicas, de las ciencias de lo vivo, o de las ciencias del hombre, con sus distintos intereses y movimientos y también con los de tradiciones místicas y míticas en las que aprendimos a reconocer la posibilidad de una u otra racionalidad. Afirmamos sin razón que algunos intentan unificarlo todo en la síntesis de un conocimiento iniciático en el que se descubriría una Realidad Ultima, eterna y ubicua.
Con razón y sin ella, ¿a cuenta de qué ? A cuenta de la razón, naturalmente, pero de una razón acrobática y sin límite que ya no pude ampararse en una metateoría. Contra el riesgo de confusión, que explica probablemente una irrefrenable necesidad de fundamentar la ética (y la política) en una verdad objetiva, hay una posible solución : el humor serio de la multiplicidad y la relatividad de los juegos del conocimiento, de la razón, del inconsciente y del lenguaje02026;