Leer estas páginas es maravillarse ante el misterio de la vida. En el capítulo cuarto, por ejemplo, Sir Charles nos invita a asistir a un milagro, el de la autoformación de un delicado, sofisticado y perfecto instrumento: el ojo. Se trata de la invitación de un gran científico y espléndido escritor que tuvo mucho tiempo para dejarse fas- cinar por el problema del fenómeno llamado vida (¿existe 02014;seamos serios02014; al- gún otro problema?), pues dispuso de noventa y cinco años para semejante tarea. Es éste el texto culminante de un científico (por deseo expreso), de un historiador (por curiosidad natural) y de un filósofo (inevitablemente). Las reflexiones de Sir Charles Sherrington arrancan del conocimiento antiguo y medieval, y muy en espe- cial de la obra del sorprendente Jean Fernel, médico de cámara de Enrique II de Francia, que alcanzó una enorme reputación y ejerció una gran influencia en el si- glo XVI. El «nuevo Galeno», como se le conocía entonces, parece haber aceptado también, desde el pasado, atender a la misma invitación que Sherrington nos hace a nosotros, sus lectores de hoy. De hecho, se siente, al leer este libro, como si otras personas lo estuvieran haciendo a la vez, discretamente, por encima de nues- tro hombre: ¡Fernel y el propio Sir Charles!