La mitología estrictamente divina tiene dos caracteres generales muy destacados: el antropomorfismo por una
parte y la frecuente intervención en los asuntos humanos por otra. El antropomorfismo es explicado por los mitos
antropogónicos como teomorfismo del hombre: es el hombre el que ha sido modelado copiando las figuras de los dioses, y
de ahí la semejanza entre dioses y hombres, extendida a toda clase de pasiones y sentimientos, si bien con limitaciones
sustanciales. Así, los dioses son en general inmortales y eternamente jóvenes, y tienen enorme poder y facultades
inaccesibles al hombre.