Quisiera llamar la atención del lector sobre el hecho de que este libro es el primero (y por el momento el único)
que parece posible atribuir (como diría Borges) a Paolo Fabbri (...), sin duda el semiólogo más importante de Italia después de Umberto Eco, y presente en la escena internacional de la semiótica desde hace muchos años.
(...) Veo el proyecto intelectual de Paolo Fabbri (y este será el único uso que me permitiré de mi "autoridad" de
director de colección y prefaciador, y, por supuesto, a título de mirada exterior) como un resultado del
cruzamiento de varias influencias.
La de Umberto Eco, sin lugar a dudas, aunque ignoro la alquimia sutil que pudo producirse, a lo largo de tantos años de contacto, entre ambos. No sorprenderá a nadie recordar que los temas del secreto, del complot, de la
paradoja, del carácter en cierto modo interminable e indeterminable de la interpretación, atraviesan toda la obra
de Eco, tanto la obra semiótica cuanto la obra ficcional.
La de Erving Goffman, con el cual Paolo Fabbri comparte el interés por las tácticas internacionales, por la
complejidad problemática de la más banal situación social y también la fascinación por elucidar algo así como la
paranoia natural del actor social.
La de Algirdas Julien Greimas, en términos de los modelos que, en un momento o en otro, Paolo Fabbri evoca
para analizar un determinado tema. Pero yo diría que Paolo Fabbri tuvo siempre con la obra de Greimas (no así
con la persona) una relación exterior, casi instrumental: Greimas le proporcionó, en determinadas ocasiones, útiles
que le servían para tratar un problema. Pero el espíritu enciclopédico, totalizador, en cierto modo escolástico de
Greimas, me parece totalmente ajeno a la posición intelectual de Fabbri. La de la pragmática lingüística, a partir
de un cierto momento de su evolución intelectual. Con la ventaja sobre ella que su percepción aguda de las
tácticas y estrategias le permitió a Fabbri no caer en ningún momento en la hipótesis de un hablante racional, sincero y voluntarioso a la manera de Searle, Grice o Strawson, que sin duda existe, pero solamente en la sala de
profesores de la universidad de Oxrd.
La de Jean Baudrillard, en fin, a través de la preferencia acordada a las nociones de simulación y de simulacro, y
a una visión yo diría un poco apocalíptica de la evolución de las sociedades industriales. Esta es la influencia que
más me aleja de Paolo Fabbri.
Sea como fuere, el cruzamiento de esas influencias e interacciones dio como resultado un semiólogo que no se
parece a ningún otro: Paolo Fabbri.
Del prefacio de Eliseo Verón.